lunes, 6 de agosto de 2012

Honduras, nos quedemos un día más!

Después de un largo viaje en colectivo llegamos a la ciudad de San Pedro Sula como a las 19.00 hs. Como siempre apenas bajamos del colectivo los taxistas nos estresaron con su: “Taxi, taxi, taxi… A donde van?... Yo los puedo llevar!... Les hago un buen precio!...” Como nos habían dicho que en las ciudades de Honduras estaba bastante peligroso para los turistas, junto con una pareja inglesa, decidimos tomarnos un taxi hasta el hotel y que obviamente nos cobró caro. Al llegar a la puerta del hotel el conductor nos dijo que si queríamos nos podía llevar al otro día hasta la terminal y nos dejó su número de teléfono para que lo llamemos.

La habitación del hotel estaba bastante bien y lo mejor era que en la terraza había una pileta donde nadamos un rato antes de ir a cenar con la pareja que habíamos conocido en el bus.

Le preguntamos al encargado del hotel si era seguro tomarse un colectivo hasta la terminal ya que al día siguiente salía un bus a las 5.00 hs hacia La Ceiba donde tomaríamos un ferry para llegar hasta la isla de Roatán. Él nos contestó que no había problema en tomarnos el colectivo y que además nos saldría mucho mas barato que ir en taxi. Igualmente se mostró demasiado preocupado por que el taxista que nos llevó hasta el hotel no se diera cuenta que él nos había aconsejado ir en bus. Nos pidió por favor que tratáramos de salir cerca de las 3.45 hs porque seguramente el conductor estaría esperándonos en la puerta del lugar cerca de las 4.00 hs  para llevarnos aunque nosotros no lo hubiéramos llamado.

Cerca de las 3.55 hs estábamos en la parada de colectivos esperando para irnos. Ya se estaban haciendo casi las 4.30 hs y el bus no aparecía. Entonces volvimos caminando a la puerta del hotel para llamar a un taxi. Al llegar a la puerta nos subimos a un taxi que estaba estacionado en el lugar y nos cobró menos de la mitad de lo que nos habían cobrado la noche anterior para llevarnos hasta la terminal de buses.

Llegamos en horario para tomarnos el ferry en La Ceiba y nos despedimos de los ingleses que se iban hacia otra isla llamada Utila.

El ferry era súper grande y cómodo, con aire acondicionado y TV, asi que creo que valió la pena haber pagado tanto por él.

Al bajar en Roatán fuimos a tomarnos un colectivo hasta el hostel porque los taxis nos cobraban carísimo! Preguntamos a unas personas de la terminal de ferry donde se tomaban los buses que iban hasta West End, donde se encontraba el hostel, y nos dijeron que no habían buses que llegaran hasta ahí. Como nos pareció mentira lo que nos dijeron seguimos caminando hasta la salida del lugar y le preguntamos a un señor que parecía estar esperando al colectivo. Él nos dijo que allí se tomaba el bus que nos llevaría a un punto donde tendríamos que tomar otro. Esperamos una media hora y el bus no aparecía. César, el señor de la parada de colectivos, llamó a un amigo para que lo fuera a buscar y nos ofreció llevarnos hasta la otra parada de buses.

Nos subimos al auto del amigo de César y conversamos un poco camino al lugar donde nos dirigíamos. Resulta que César era entrenador de fútbol en una canchita para niños del lugar. Él iba todos los martes de cada semana hasta el sábado cuando se volvía a La Ceiba. Al llegar a la parada de buses nos dio su celular por si necesitábamos algo. Nos despedimos agradecidos y nos quedamos esperando el siguiente colectivo.

Bajamos a una cuadra de la playa y a medida que nos acercábamos al mar no podíamos creer el color del agua! Estábamos muertos de calor y no veíamos la hora de poder sumergirnos en esas aguas cristalinas! El hostel donde nos hospedaríamos estaba a la orilla del mar y allí también estaban alojados una pareja de australianos que habíamos conocido cuando estuvimos en Bocas del Toro. El problema fue que en el hostel no había más habitaciones asi que tuvimos que irnos a otro hostel a una cuadra de ahí. Por suerte donde finalmente nos hospedamos era un lugar que tenía varios servicios que generalmente no se encuentran en los hostels como toallas limpias todos los días, la cama tendida, el baño aseado todos los días, ducha con agua caliente, aire acondicionado, desayuno incluido y agua fría para beber a disposición.


Ese día almorzamos en un restaurante de un simpático italiano llamado Andrea quien nos recomendó lugares y cosas para hacer. Al terminar el almuerzo nos subimos en un water taxi que nos llevó a West Bay que quedaba a 10 minutos. No se si pueda explicar con palabras la hermosura del lugar. El mar parecía una pileta por su tranquilidad y claridad, aunque creo que era muchísimo más clara que cualquier pileta. Era una maravilla bañarse en el lugar y sentarse sobre la arena absolutamente blanca y suave, casi como harina. Pasamos varias horas haciendo snorkelling cerca del arrecife donde se podía ver toda clase de peces de colores brillantes, turquesas y amarillos, verdes y azules, naranjas y rosados, negros y fuxias. También vimos calamares y cuando el arrecife se acababa se podía observar un precipicio turquesa con arena blanca de fondo.




Esa tarde nos encontramos con Annie y Ryan, la pareja australiana, y quedamos en encontrarnos para cenar. La verdad es que pasamos bastante tiempo con ellos durante las noches ya que por el día ellos no podían porque estaban haciendo un curso de buceo. Aproveché para escuchar y hablar, aunque sea poquito, el inglés y acostumbrarme a la tonada australiana.

Las noches a la orilla del mar eran exquisitas! Mucha tranquilidad observando las estrellas abrazados por una brisa cálida del lugar.

Un día alquilamos una motito y salimos a recorrer la isla. Primero fuimos a una granja donde habían más de 4000 iguanas de diferentes tamaños y colores, a las que podías acariciar y alimentar casi como a un perro. También estuvimos con una mona llamada Coco que me agarraba fuerte mis manos desde una jaula como pidiendo que no me fuera. Eso fue lo único que no me gustó del lugar. Es que odio ver a animales encerrados. En la bahía del lugar había varios peces que ya habíamos visto haciendo snorkelling. Desde ahí llegamos hasta Punta Gorda donde vive una comunidad rasta y almorzamos en el muelle de un restaurante casi en el medio del celeste mar. Seguimos recorriendo el increíble camino, rodeado de vegetación y vistas deliciosas al océano hasta llegar a Camp Bay. Esta playa estaba casi desolada. Sólo había un hotel con unas cuantas personas por donde se bajaba hacia la playa. Decidimos caminar un poco y llegamos a una playa donde no había nadie, solamente nosotros dos. En ese momento pensamos que era la oportunidad de saber que se siente nadar desnudos en las cálidas aguas de este mar caribeño… y si, se siente increíble!







Esa noche estábamos agotados de tantas horas de andar en esa motito, asi que fuimos a dormir temprano.

A la mañana partimos otra vez para la playa de West Bay ya que era nuestro último día en la isla y que mejor que disfrutarlo en ese increíble mar viendo toda clase de peces a nuestro alrededor. Realmente no nos queríamos ir del lugar pero debíamos seguir viaje hacia Guatemala ya que no nos quedaban demasiados día para recorrer antes de que nuestro vuelo a Europa saliera el 14 de septiembre. Esa noche cenamos en el restaurante de Andrea para despedirnos de él.

Al otro día temprano nos tomamos un taxi que nos llevaría al ferry y que además nos cobró una fortuna. Pero no teníamos opción porque los buses a esa hora no circulan. Discutía bastante con el taxista por el precio que nos cobraba porque me parecía un disparate. Al llegar arriba del ferri nos encontramos con nuestro amigo César que nos acompañó en taxi, después de bajar del ferry, hasta la terminal de buses para ir hacia Guatemala. 

Mas fotos en: www.facebook.com/tonatatatour

2 comentarios:

  1. Sin dudas,hay una vida mejor. Sigan disfrutando.Muchos éxitos y muchos besos.

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  2. uhau nena q fasinante tu viaje cuando leo tus relatos siento q lo estoy viviendo....nena segui pasandola lindo y disfrutando mucho...t kiero y s t extraña....besos esther...

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