domingo, 19 de agosto de 2012

Belice, brisa de muelle...

San Ignacio

Salimos de Flores en Guatemala como a las 5 de la mañana rumbo a Belice. Después de dos horas de viaje llegamos a la frontera de Guatemala para luego pasar a la beliceña.

Estando en migraciones de Belice nos enteramos que necesitábamos visa para poder entrar al país y para colmo salía carísima! Nuestras amigas israelitas, que viajaban con nosotros pero rumbo a México, no pagaron nada. A nosotros nos tocó esperar mas de una hora para que nos dieran la visa mientras el hermano de Neil nos esperaba afuera para llevarnos al tour de las cuevas ATM (Actun Tunichil Muknal).

Terminamos a tiempo el visado y pudimos ir directo hacia el tour. En la plaza de la ciudad de San Ignacio nos esperaba una camioneta con los guías y una compañera de excursión canadiense llamada Samantha. Apenas subimos al auto nos empezó a hablar de todo lo que teníamos que hacer en Belice y miles de recomendaciones que nos vinieron muy bien. También nos contó que era médica y que andaba por distintos lugares del mundo ejerciendo su profesión.

Aunque estábamos un poco cansados nos emocionaba conocer estas cuevas de las que tan bien nos habían hablado muchos viajeros. Empezamos por un camino por entre la selva. Éramos dos grupos chicos, el nuestro de 5 personas y el otro de 4. Nuestro guía iba adelante abriendo camino y el otro iba atrás de todo. Éste último nos preguntó de donde éramos y al enterarse de nuestra nacionalidad se puso muy contento, parece que le gustaba más tratar con latinos que con otras nacionalidades. Ahí nomás se puso a enseñarnos un poco acerca de las distintas plantas y árboles del lugar y sus diferentes usos medicinales.  Por suerte este guía hablaba bastante bien el español porque si bien Belice se ha independizado en cierto sentido de Inglaterra sigue rindiendo cuentas a este país, de hecho todos sus billetes llevan impreso la cara de la reina de Inglaterra, y esto genera que la mayoría de las personas hablen en ingles y que no todas sepan el español.

Llegamos a la entrada de la cueva y nos asombró el color celeste del río que emergía desde adentro. Nos pusimos nuestros cascos y nos sumergimos en el agua hasta el interior de la cueva. Una vez dentro comenzamos a recorrerla  nos asombramos al ver las diferentes formas de estalactitas y estalagmitas, unas mas grandes otras mas gordas o altas o con formas increíbles y algunas brillaban. Caminando por el agua el guía nos hizo apagar nuestras linternas y caminamos en el silencio y la oscuridad absoluta de la cueva. Luego nos hizo detener y comenzamos a escuchar una música hermosa. En ese momento pensé en donde había tenido guardada la guitarra que no la ví! Al prender nuestras linternas nos dimos cuenta de que el sonido provenía de las estalactitas que él estaba tocando. Nos adentramos más en la cueva y pudimos observar restos arqueológicos como instrumentos ceremoniales, vasijas y esqueletos mayas como sacrificios a los dioses. Lamentablemente no pudimos sacar fotos del momento porque hace ya dos meses que prohibieron sacar fotos después de que a un turista se le cayó su cámara arriba del cráneo de un esqueleto.






Emprendimos la vuelta por la cueva y el guía del otro grupo nos hizo señas al Tata, Samantha y a mí para que hiciéramos con él un camino un poco más arriesgado pero mas divertido. Nos metimos por lugares mas estrechos e incómodos y finalmente llegamos a la salida un poco antes que el resto del grupo.

Cuando estábamos regresando en la camioneta hacia San Ignacio le pedimos a nuestro guía que nos recomendara un hostel, así que nos llevó hasta la puerta de uno donde nos despedimos de Samantha y nuestros guías.

El dueño del hostel era un señor algo mayor que enseguida nos ofreció acompañarnos en su camioneta a buscar algo para cenar. Mientras comíamos charlamos bastante con él y un canadiense que estaba viviendo hacía ya unos 9 meses en el hostel y que había hecho una película en Belice acerca de leyenda de un duende muy famosa en el lugar.

Al día siguiente estábamos tan cansados de ir y venir para todos lados que nos quedamos todo el día en el hostel conversando con John, el dueño del hostel, de diferentes temas. El Tata le mostró fotos de Argentina y le contó varias cosas sobre nuestro país ya que parece que por esa zona no somos muy famosos.

Caye Caulker

Nos dio un poco de pena a la mañana siguiente despedirnos de John y su esposa pero las playas de la isla Caye Caulker nos esperaban. Después de un bus y un ferry tocamos tierra en la isla. Es bastante pequeña la isla y la mayoría de sus habitantes son de cultura rastafari. Todo es muy tranquilo y no hay grades hoteles ni tiendas para recorrer. No hay casi playa en las islas de Belice y uno prácticamente va caminando y se tira al mar que ya está profundo en la orilla. El color del agua es turquesa, verde y azul pero lamentablemente no se ven muchos peces porque en la zona hay muchas corrientes marinas. Descansamos bastante en la isla y nos la pasábamos comiendo en rotiserías y supermercados chinos que eran lo más barato de la isla. Todas las noches llevábamos nuestra cena a un muelle y la disfrutábamos junto a la brisa del mar, el golpeteo del agua en la costa. Una de esas noches nos encontramos en una de las rotiserías chinas con un alemán de unos de 20 años llamado Leo y lo invitamos a comer a nuestro súper lugar de lujo. Él era muy gracioso porque hablaba con las palabras y tonada mexicana ya que hacía casi un año que trabaja en México para una ONG.




Como en la isla no podíamos ver muchos peces haciendo snorkelling decidimos hacer una excursión en lancha para ir a otros lugares a ver más peces. Éramos 8 en la lancha, una familia estadounidense con dos hijos adolecentes, una pareja de la misma nacionalidad y nosotros dos. Enseguida todos en el barco se mostraron bastantes entusiasmados con nuestro viaje por el mundo y nos hicieron varias preguntas sobre eso.

En la primer parada bajamos del bote a hacer snorkelling y pudimos ver tortugas y diferentes peces de colores muy grandes y vistosos pero lo mejor nos esperaba en la segunda parada. Llegamos al segundo lugar y cuando el bote frenó un poco el motor unos 20 tiburones se acercaron curiosos. Mientras el guía les daba de comer pescado, nosotros bajamos por el otro lado al agua para nadar con ellos. La sensación de nadar tan cerca de estos bellos animales es indescriptible! El guía tomó entre sus brazos a un tiburón hembra y todos pudimos tocarla. En eso momento tuve ganas de llorar de la emoción y lamenté tener puesta la máscara. Su piel es increíble, una mezcla de fina, suave y áspera a la vez. Sin duda alguna fue una de las cosas que más he disfrutado en este viaje.




Era el momento de partir a México y nos tomamos el ferry que regresaba a la capital de Belice. Durante la media hora que duró el viaje no paramos de reírnos de una señora que parecía estar borracha y se dormía una y otra vez sobre mi hombro por más que trataba de moverlo para que se despertara. 

Mas fotos en: www.facebook.com/tonatatatour

3 comentarios:

  1. Hola! descubrí el blog recién, qué lindo viajeeee. Exitos, sigo leyendo :)
    Paula

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  2. Este culebrón me está volviendo loco de emoción, cada vez está mas intrigante,aunque este capítulo tiene mucho olor a pescado.No aflojen, el mundo les queda chico,como diria Carlitos Balá.

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  3. Gracias por los comentarios! Y por seguirnos!!!

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